lunes, 29 de septiembre de 2008

LA CALMA



EL MURO BLANCO

Estoy sentado frente a un muro blanco:
áspero muro, seco como un grito
de cristal, o quizá como la nieve
de infancia en el silencio de los páramos.
Un muro blanco, blanco como hueso
calcinado, o quizá como cal viva
que en las tumbas abraza carne blanca.

Y, mirándolo, yo también soy blanco,
pues blanco es el fuego o es la luz
que va y viene en las venas venturosas.
Mientras dure la luz no llegará
lo negro hasta este muro limpio y blanco.
Mientras dure mi luz todo lo blanco
del mundo envolverá la sala, el aire,
las horas de esta casa que es hoguera.

Estoy sentado frente al muro blanco
esperándolo todo y obteniendo
todo de cuanto es nada en su blancura.
El muro que es desierto de mi alma.
El muro que es desierto de la luz.


Antonio Colinas, El libro de la mansedumbre, Ed. Tusquets


El viraje del tiempo, esa blancura repleta de techos blancos. Acudo a esa tregua necesaria que es la luz que ilumina y que no necesariamente nos ha de mostrar nada. Puede que con estar frente a algo sea suficiente. Siempre acabaremos palpando los trazos mas insignificantes, los más duraderos. Nos permitiremos sentirnos como quien nos cava. Que la vejez es calma, que la mirada es síntoma de tiempo, que uno se acaba sentando para desposeerse de todo. Los miro y viajo hacia ese destino que no se recurre: la calma.



Cavando En Mis Adentros (Taranta) - Sergio Monroy