sábado, 22 de noviembre de 2008

Zorro plateado

Intentaré dibujarte el zorro plateado que se pasea por el campo y come de mi mano:

Expresaba su cuerpo con luces de miedo, meditaban su ojos un instante sobre los míos, su cola se servía de más aire para hacerse más voluminosa, para alterar más a mis ojos y, sus patas, constantemente, daban anchura a la cautela. Pero al final, acababa parándose ante mí. Un trozo de carne que de un bocado se hacía soluble en su boca. Me mira ese zorro plateado que come de mi mano.

Un día lo vi y una voz de llamada no hubiera hecho sino asustarlo. Giré mi cabeza para verlo de nuevo en su inesperado paso. También él la giró. Lo seguí viendo de esa forma muchos días. Brevemente se paró un día para olfatear el aire mientras me miraba. Conté hasta seis segundos ese momento sin tiempo.

Toda una noche se nevó para el placer de un día blanquísimo. Todo abrasaba quietud. Allí salí con un trozo de carne sobre mi mano. Miré y mi zorro plateado no venía. Una lengua minuciosa y segura lamió mi mano. Una lengua ampliada a mi mano. Era él. Lo tenía exclusivo ante mí, con toda su neutralidad animal. Retomé su camuflado viaje volviendo a mirarme sin tiempo. Apenas lo hizo di a mis ojos unas pupilas de nieve para seguirlo.

Te lo digo, intentaré dibujarte el zorro plateado que se pasea por el campo y come de mi mano.