domingo, 25 de enero de 2009

Cuaderno de Amado




Cuando veo esos cuadernos como el de Amado registro en mis ojos esa inmovilidad pueril que me hace precintarme a ellos. Me olvido de la hache, de que esté o no; es más, me hace ilusión que sea la ausente. La i cobra así un alto y peinado protagonismo. Miro la letra y percibo el temblor del que ha escrito poco, del que sólo precisa de la anotación justa, del esquema breve. El resto lo hará el trabajo. Amado trabajaba en un rincón lleno de herramientas, virutas y amor por las cosas sin prisa. Siempre tenía alguna visita. Quizás, para él, su cuaderno sea el lugar donde anotar los pedidos, para mí ese cuaderno es como una afrenta a la tecnología, como un resguardo en términos de alma y sinceridad.