miércoles, 15 de abril de 2009

El extraño caso de doña Adelfa y el Vino Baladre



Se que por mi casa R.L. Stevenson tiene mucha aceptación. Ya a Sofía le salió el diablo con José, en aquella magnífica entrada suya titulada 'Microscópica'. Ahora me toca a mí dicho escritor y no porque se me aparezca el diablo en la botella sino porque me aparece el veneno en toda su sutileza. Y me aparece por la raíz de una palabra que escuché el otro día en un pueblo manchego donde mantenía una conversación sobre vinos. Hablaba con el dueño de una bodega sobre los avances en la calidad de los vinos conseguidos en los últimos años en la Mancha y del problema de la comercialización. Alfredo, dueño de la bodega, me reconoció lo difícil de abordar una bodega con productos de calidad, superables en muchos casos a los afamados vino de Rioja y Ribera, por citar sólo dos denominaciones de origen. Y me dio su razón: el problema radica en la gente, aquí, de siempre, a la gente, lo único que le gusta es el baladre. Ya apareció la palabra: BALADRE. Yo le pregunté, ¿qué has dicho?, no porque no lo hubiera entendido sino por la repetición de la palabra que me había dicho. Baladre, vino malo. Inmediatamente busqué en diccionario. Baladre: adelfa, sobre todo en el arco mediterráneo de Murcia, Alicante, Castellón, Valencia. Pero volví a insistir con un señor mayor del pueblo, ya fuera de contexto, preguntándole directamente sobre el significado de baladre. No sólo no me confirmó su uso para el vino de batalla sino su utilización para fijar la maldad de las personas. Así, si se refieren a uno como que es más malo que el baladre, ya nos podemos hacer cuenta de lo intenso de su maldad.

Y busqué en el libro de botánica de Sofía, una guía de Incafo donde la información es muy exhaustiva. Y....tachán....encuentro que Teofrasto le atribuye a la adelfa una raíz roja y grande que cuando está seca despide olor de vino, produce una exhalación que posee la energía del vino y administrada con vino haría el carácter más dulce y jovial. Pero sólo lo haría y posiblemente sería un remedio para individuos de carácter desagradable pues la jovialidad prometida más se parecería a la frialdad de la muerte. La culpa: un silencioso veneno, un heterósido carditónico, vamos que traducido nos llevaría a taquicardias, arritmias y a palmarla seguro.

Y por éso aludí al comienzo a Stevenson, al veneno, al diablo. La palabra surgida en una conversación normal me lleva a pensar que existe una dulce mirada, una flor, una atracción conmovedora en la palabra adelfa. Hasta una profesora de Historia tuve llamada así. Adelfa sería el doctor Jekyll. Y baladre más me lleva, por su sonoridad, a pensar en esa poción del doctor derivándolo en mister Hyde. Baladre sería Hyde.

Despues de todo, la adelfas o baladres, son unas plantas muy generosas en nuestros campos, aportan luminosidad y fijan muy bien el terreno, aprovechando hasta la última gota de agua.