jueves, 23 de abril de 2009

Brujones






Se que el tren va lento, aún no ha llegado a Hundual. Puede que este demasiado mecido entre los albatros. Pero continua, traviesa a traviesa.

La escultura que presento tiene un autor: Gerardo Estévez. Lo conocí en el año 2001, en Viñales, Cuba. Pero esta entrada tampoco es sobre dicha escultura, simplemente la coloco como excusa. Esta es la entrada de Gregorio, la de brujones. Dejé dicho que me regaló esa palabra cuando me habló del careo de las piedras. Y el mulo tiene la culpa. De haber tenido un burro no sé si hubiera hecho la misma manifestación. Pero en el caso del mulo, sí. Mientras estaba arando se paró y, orgulloso, acarició con leve palmada al músculo más prominente y atrevido de la pata trasera del animal diciendo: '¡Vaya brujones que tiene, tira como una caballería!' Me quedé con la copla, vamos con la palabreja, como dirían por la zona de Cuenca. Nada dije porque entendí que se refería al músculo del mulo. Heraclio, un amigo, me acompañaba en ese momento y cuando nos fuimos le pregunte por 'brujones'. No la había oído pero medio la pista de 'burujos'. Y ahí ya me cuadraba pues había visto de pequeño esas pellas de lana cuando vareaban los colchones en los corrales: tenían la forma de un pequeño músculo desarrollado. ¿Brujones como distorsión de burujos? No sé, pero sigo. Cuatro años más tarde, en Cuba fui a dar con Gerardo, un negro alto, estilizado y con un elevado desarrollo en la musculatura de los brazos. Yo le ví que estaba trabajando sobre esa escultura en una madera casi inencontrable ya: roble caimán. Te la compro, si aún no está terminada, es igual, me la llevo así, vale. Acordamos el precio y no pude resistirme en manifestarle lo fuerte que estaba, igual que admiro una escultura de Miguel Ángel me gusta admirar un cuerpo bello. Ojo, los de gimnasio no me gustan. Gerardo, ya entrado en conversación me dijo: porque no conoces a mi padre, es mucho más fuerte que yo, tiene unos múculos de hierro, le llaman 'brujones'. Click, conexión instantánea: Gregorio, mulo, padre de Gerardo y palabreja. Ya no decidí indagar más: para mí brujones es una palabra que tiene músculo, que arrea mucho, que me provoca sonrisa, que me trae recuerdos y que es capaz de cruzar el Atlántico a nado.

Esto es todo. Ahora, refrescaros con la aguadora y su perfilada figura vista en sus trescientos sesenta grados. La tengo un inmenso cariño, aunque su base esté sin terminar. Algunas veces la miro y digo por lo bajini: brujones. Entonces me parece que del brazo que tiene la mano en la falda le sale un pequeño bultito.