lunes, 27 de abril de 2009

Tierra huracanada




Salgo de mi hura huracanado.
Salgo con la compañía de ella, salgo con su mimbre, con todas sus trenzas abrazando mi cuello.
En las galerías oscuras uno piensa que no hay nada más que rocas.


Pronto te topas con la arcilla más sutil y exclusiva. No comes tierra, comes lo que entreverado es en ella.
Ahora no. Comes arcilla, te moldeas a su moldeo, tu pétrea moldura estalla, se invierte en polvo detallado.
La arcilla ha deseado aullar por tú estar cerca. Bien, le dices. ¿Sol u horno?
Y es que ella quisiera quemarse. Tu, tanto tiempo dentro, prefieres el sol, prefieres que os rastree, os difunda como pieza de autor.
Por eso sales de la hura huracanado. Salías de la oculta noche de la galería. Había entrado ella desde la luna solar del día.
Era un relevo, una necesidad. Prescindes ya de alimento, inquietas a las formas, propulsas en ella virtuosismo. También fragilidad.


Salgo de mi hura huracanado. Salgo con el resorte de la incertidumbre más severa: que las nubes se antepongan al sol.






El mundo que yo no viva

El mundo que yo no viva
lo pensé como cosa extraña,
como arca de maravilla.
Ay de mi vida

Allí ¿sonará la lluvia
junto al fuego las noches frías?
¿Tendrá Agosto en el río barcas?
Y tú ¿la gentil sonrisa?

¿Brillará en el papel que siembro
la negra flor de la tinta?
Ay de mi vida

¿Será posible que vengan
los amigos y que "Era" digan
"un hombre, y te quiso mucho"
y "Mucho" llorando digas?

Es el mundo que no conozco,
Atlántida sumergida.
Ay de mi vida.

Allí las palmeras echan
esmeraldas. Allí las crías
del delfín esmeraldas pacen.
Allí no hay noche ni día:
cuando ordeñan a los rebaños,
de púrpura el mar se agría,
Ay de mi vida.

Más limpio que agua de oro
es el mundo que yo no viva:
no hay naves de arar espumas
ni arado para las viñas;
el gran árbol le da su fruto
al que el nombre del fruto diga.
Ay de mi vida.

Ese mundo no es el mío:
es el tuyo: el que en tus pupilas
hundido está desde siempre
y no lo alcanza mi vista.
A ese mundo quisiera entrar,
antes que suene la hora
- ay - de mi vida.

Agustín García Calvo