sábado, 9 de mayo de 2009

El vuelo que Lucinia y Simón dejaron.




Lucinia y Simón hace años que abandonaron esa casa yendo a una residencia. No tuvieron hijos. Él murió hace...no sé. Ella hace dos. La casa tiene una pequeño porche muy soleado. Aún conserva la cortina de entrada. Algo hay en los pueblos que delata el abandono de un hogar, la muerte de sus moradores. Hace unas semanas hablaba con José Manuel y Antonino en la plaza donde está la casa a la que aludo. Vi cómo una golondrina se metía en el porche. Me asome: ahí estaba el nido. Me lo fotografié. Me interesaba el detalle fresco del nido, la línea húmeda de su labor, el ir y venir del barro; también señalar que se trataba de un nido en el porche de una casa con su cortina.

Lo que delata el abandono es la presencia de los pájaros, las palomas y las golondrinas. También la vegetación que acaba circundando una casa. Un amigo entrañable me dijo un día a propósito de un mimado jardín que su dueña había ido cuidando y acicalando y que cuando ella murió se convirtió en una maraña de vegetación:

 Manuel, cuando abandonamos, cuando nos vamos, las plantas nos pasan las escrituras de la tierra y nos dicen, eh, que ahí estábamos nosotras antes.

Pues eso mismo observé también en unas puertas traseras grandes de una casa: las zarzas atravesaban los huecos de sus tablas.

Los pueblos, las huidas, la muerte, los vuelos.