miércoles, 10 de junio de 2009

-¡Que sepas que me acuerdo de todo, abuelo, que me acuerdo de todo!

-¡Que sepas que me acuerdo de todo, abuelo, que me acuerdo de todo!

Ante esta admiración llevo rendido más de un año. Vamos, desde que me la acercó el mencionado abuelo. El trabajar en una cárcel es lo que tiene. Hay mucha vida detrás de cada persona presa. Sólo ahondaré en los detalles precisos para que esa frase con la que comienzo tenga todo el sentido de profundo relato, de cuento real. Me hice muy amigo del abuelo mientras estuvo preso, un año y pico, intercambiamos nuestras experiencias. Seguimos como lo que afianzamos: entramados de amistad. Sólo tenía un pesar el abuelo: evitar que su nieta mayor, su ojo derecho, supiese de su encierro. '¿y cuando viene el abuelo, mamá?' 'El abuelo está en Chile, está por una buena temporada.'
Y en sus visitas a la cárcel, ella, su hija, le decía que su nieta no hacía más que preguntar por él.'Tranquilo, papá, cree que estás en Chile'. 'Manuel, si deseo salir es para ver a mi nieta, siempre es la que primero se sube a mi rodilla cuando iban a verme a casa. De nadie eran mis rodillas. Y yo le contaba...Ya te he dicho, son nueve años y ya tiene perspectiva real del lugar donde me encuentro. No la traen porque preguntaría y no quiero que pregunte. Estoy en Chile.'

Y fue por navidad, tras su primer permiso en quince meses. Le esperaban en en la escalera de su vivienda unifamiliar toda la piña familiar. La primera, su nieta mayor. Cuando el abuelo llegó, Julia se lanzó a su cuello, lo beso y le dijo:

-¡Que sepas que me acuerdo de todo, abuelo, que me acuerdo de todo!