viernes, 28 de agosto de 2009

Veneno y despertar

Vuelvo al veneno. De otra manera:

Apicultor("off"). Mirad lo que hay aquí: un auténtico demonio.

Ana("off"). ¡Qué bien huele!

Apicultor("off"). Sí; cuando es joven engaña. Pero de vieja ya es otra cosa. Fijaos bien en ella, hijas. Fijaos en ese color verde que tiene el sombrero. Fijaos en esas láminas amarillas y blancas. Es la seta cicuta. No la olvidéis. Es la peor de todas. La más venenosa. Al que la prueba no hay quien le salve; se muere sin remisión...


Creo que ya dije que la película de Víctor Erice se rodó en mi pueblo, Hoyuelos.
En la escena que presento a continuación revelo que el monte con neblina que aparece en el vídeo no se corresponde para nada a los parajes del pueblo castellano que acabo de mencionar. Sí, en cambio, el pinar. El mismo que 36 años más tarde fotografío yo. El pinar de entonces se resinaba. Muchos pinos se cayeron. Los que quedan ya no se resinan. El pinar está a unos cuatro kilómetros del pueblo -la mancha más rectangular que aparece bajo otra cuadrada boscosa pinchando/buscando el enlace adjunto(http://maps.google.es/maps?ll=40.997382,-4.5045755&z=15&t=h&hl=es).



Y vuelvo al veneno.
Mi despertar hoy tuvo forma de poema.
Al ir hacia él, sus palabras no me aconsejaron.
En la forma de la huida es donde noto
la verdad y el dolor de la palabra,
como si la palabra no quisiera verme triste.
'Días habrá', me dice la última palabra
como espantada. Y sí, pienso, días habrá
donde la tristeza continúe como veneno
de vida. Ligeramente
puedo intuir en el rastro de las palabras
la forma del poema, a quién iba destinado,
su medida. Pero ya lo digo, sólo intuir,
pues una punzada se me registra de inmediato.