sábado, 22 de mayo de 2010

Dedicar la casa a la proa


Ya yace el mar junto a la casa.
A partir de ahora te digo
los veneros azules que hallarás
si traspasas la puerta.
La rutina bajo un remo,
removiéndose,
filtrándonos en la musculatura
de los delfines. Fue sencillo traer
el mar a puñados, a un lado la sal,
a otro el agua con su espuma concentrada.
Fue preciso traérnoslo,
dedicar la casa a la proa y,
sin más, dejar de llorar.



Dejadme llorar

Dejadme llorar a mares,
largamente como los sauces.
Largamente y sin consuelo.
Podéis doleros...
Pero dejadme.
Los álamos carolinos
podrán, si quieren, consolarme.
Vosotros... Como hace el viento...
Podéis doleros...
Pero dejadme.


De los álamos y los sauces. Rafael Alberti.