lunes, 28 de junio de 2010

Posesión de dones (II)



Poseo el don del oleaje, no lo he de saber,
ya mis manos diluidas en el mar,
yo que en el más del tiempo lo abarqué.
Pero no es de abuso mi postura, no es
una fragua de lanzas mi garganta, y caso
hago si dan por voz buena la de amar
y demorarse, que yo ante esa voz doy recorte
a las bridas y manejo el mar hasta hacerlo
pupila de colibrí y verso de una sóla sílaba,
mar,
mar abreviado es el que te puedo conceder,
mar donde la única plata es el perfil
de los peces, mar como único intento
de presentir las esquinas del oxígeno.




Mares y soles
(A Zenobia)

En el breve celeste de tus ojos,
el mar, tan pequeñito, es tan inmenso
como el mar. Todo en él nubes, espumas,
sal, gaviotas,
se repite en idéntica belleza
a la luz que le sube de tu alma.
Pero ambos mares vamos
Los dos a ti y a mí y a España, a un tiempo;
por ambos mares la hermosura eterna
me sorprende con nuevas armonías
cada hora de oro, o niebla, o sombra;
y miro a uno y otro, y, luego,
no sé qué mar es el mar único;
y me parece el sol esté solito
que tu ojo recoge
y el sol éste del cielo inmenso y puro
el sol de tu alma.