martes, 30 de noviembre de 2010

56

Mientras el afilador bailaba su cuchillo por la piedra ellos se quedaron mirando al galgo que presidía el movimiento, las chispas, el futuro corte. Luis ejecutó la demostración del perfecto afilado: la sabia presión del pulgar sobre el filo, el sentir cómo el acero te encaja sin derramarse una gota de sangre. Luego fileteó un folio en varios trozos que cayeron al suelo. Perfecto. El galgo permanecía inmóvil, ellos no. Pagaron y Luis siguió chiflando su trabajo al aire del verano. Él llevaba el cuchillo envuelto en un periódico atrasado. Ella lo cogió del brazo. Entraron en el bloque de su piso. Mencionaron las chispas, los gestos del afilador y su destreza con el papel; y al galgo. Es como tú, delgado. Tenían en la mente aquella carrera que vieron y que ganó la liebre. Partió varias naranjas limpiamente. Nos tomaremos un zumo fresco. El exprimidor vertía el zumo como una fuente agónica de finales de septiembre. Es su musculatura, sus quiebros, su corazón latiente tras la carrera lo que me excita, dijo. La última vez ella le había tocado el pecho tras el fallido intento, ahí se dio cuenta que el corazón nunca bromea. Fue incapaz de contar tan rápido. Ella tenía un reposo más asequible. En su última revisión, el médico apuntó 56. Buen pulso en reposo. Bebieron el zumo en silencio. Después él le ofreció la pulpa. Sólo una cucharada. Era una cucharilla pequeña la que él utilizó para recoger la pulpa. Se la llevó a su boca y después la besó. Supongo que la pulpa bailó en sus bocas. Contar lo que sucede en el interior de dos bocas no es fácil, las lenguas son fascinantes, los ritmos muy personales y la emoción inexplicable. Se besaron. Ella le llevó la lengua al lóbulo, le dejó una pincelada, una brizna. Le tocó el corazón como al galgo y dijo en alto: no me miente.
En ese momento, el afilador seguía chiflando por la calle con su galgo por delantera.



En esta malagueña bellísima y recordada, Enrique Morente dice:

De tu pelo
por las trenzas de tu pelo
un canario se subía
y se paraba en tu frente
y en su boquita bebía
creyendo que era una fuente.

Ay se me apareció la muerte
cuando cuado intenté de olvidarte
se me apareció la muerte
como la vida es tan amable
yo volví de nuevo a quererte.