domingo, 6 de febrero de 2011

Rescate

Rescaté esta mañana este reloj que paró en el año 2001. La muñeca de mi padre fue su pulso. Sabía que estaba en un cajón de casa. Hoy lo cogí. Le di toda la cuerda. El minutero no respondió. Pensé que ese mecanismo tan humano y tan sencillo se hubiera estancado. Con el dedo medio lo incité mediante dos toques de uña: reaccionó levemente. Insistí, el mismo toque, el mismo número: y avanzó de nuevo. Tercer intento y ya se precipitó el tiempo. Ahora ese reloj me tiene con todo su verbo de campo y trabajo. Bajo esa correa que no lavaré se ciñen sus días, los de él, los que yo le acompañé. Ves, Manuel, el tiempo como tertulia, la cuerda como baluarte de movimiento. Ahora el reloj es un caladero entrañable.





El pequeño reloj
He aquí otra manera de medir
Y gira y gira el llanto sin cesar,
Como el rosario, como la noria,
Como el mundo, como la espiral
Del mecanismo perfecto y perpetuo de un reloj.
El año, el siglo, el tiempo
El llanto y el tiempo contando los pasos.
Contamos el tiempo con las cuentas amargas de las lágrimas.
El pequeño reloj
Y también contamos el tiempo con el mar.
El mar movido eternamente por el viento
Que el mar también es un reloj.
El gran reloj
Una ola, dos olas, tres olas
Pasan los años y los siglos
Y las horas no cesan
Las olas van y vienen y se rompen
Hay más olas que estrellas
Y que granos de arena
Y contamos el tiempo
Con las olas amargas coronadas de espuma.

Yo no le temo a las olas
Ni a los grandes temporales
Yo le temo a tus ojillos
Cuando dejan de mirarme

Que me toque arrebato
Las campanas del olvido
Vengan y apaguen el fuego
Que esta gitana ha encendido